Cuando una persona fallece es imprescindible obtener un certificado de Actos de Última Voluntad, con el fin de saber si esa persona murió testada o intestada de cara a la sucesión que se abre en ese momento.
Este trámite se realiza en el Ministerio de Justicia, el Registro Civil, o en Oficina Central de Atención al Ciudadano.
Es preciso esperar 15 días hábiles a contar desde el día del fallecimiento para poder solicitarlo.
Obtenerlo exige rellenar un formulario, pagar una tasa y aportar determinados documentos como el DNI del fallecido. Una tramitación que puede realizarse en persona, por correo, o utilizando un certificado digital.
La utilidad de este certificado es la de acreditar de modo fehaciente si el fallecido había o no otorgado testamento y en su caso ante qué Notario lo otorgó.
Es preciso recordar que si existen varios testamentos, el último será el que regirá la sucesión del causante, y que deberemos obtener una copia autenticada del mismo por el Notario ante el que se otorgó; para lo que tendremos que aportar en Notaría el certificado de defunción y el de últimas voluntades.
La partición de la herencia es optativa, y si existe cónyuge supérstite, habría que hacer notarialmente disolución de gananciales previa, motivo por el que en muchas ocasiones se decide mantener la herencia indivisa hasta que fallece el otro cónyuge, máxime si existe usufructo universal y vitalicio a favor del supérstite.
Sin testamento, será preciso una declaración de herederos notarial que determinará cómo se reparte le herencia conforme a la ley, o en su caso, acudiendo al Juzgado.
La precisión de que las herencias pueden aceptarse de forma expresa, tácita, a beneficio de inventario o simplemente renunciar a ellas, es algo también a tener en cuenta. Tu abogado de confianza o tu Notario te informarán sobre las diferencias para que puedas decidir en cada caso conforme a tus intereses.