EL USO DEL LENGUAJE POR LOS ABOGADOS

EL USO DEL LENGUAJE POR LOS ABOGADOS

A los abogados se nos tacha de utilizar una terminología incomprensible, igual que a los médicos, a los que también se acusa de grafía ininteligible. Sea verdad o leyenda urbana, lo cierto es que los Letrados precisamos del lenguaje como herramienta de trabajo.

El uso de informática y las nuevas tecnologías facilitan los medios de acceso a diferentes sistemas de información, equipos, bases de datos, bibliotecas jurídicas virtuales, y búsqueda libre en la red; por lo que, los denominados nuevos recursos son desde hace años recursos inherentes a la actividad jurídica diaria de todo Letrado.

El acceso a Internet se ha convertido en un gran aliado, y  el uso de los terminales como Ipod o Smartphones facilitan la inmediatez a la rececpeción de información, al tiempo que nos mal acostumbran recortando palabras y frases, creando un contexto en el que conviven a regañadientes nuestros tradicionales escritos y la digitalización, con frases que provienen del pasado pero en constante uso forense como: “Por ser de hacer justicia que solicito” que combinamos enviándolo por email o como documento adjunto en skype en ese mix entre modernidad y pasado.

Pero, con todos esos medios al alcance, combinar los hechos, con la base jurídica, la regulación legal, su terminología y atender a la adecuada redacción de documentos jurídicos son exigencias profesionales ineludibles en la abogacía, que nos piden un paso más, que sea comprensible por las personas no técnicas en Derecho, por los ciudadanos.

En nuestro trabajo es preciso el desarrollo de una argumentación sustantiva y procesal adecuada, donde se combinen el conocimiento de la legalidad,  la jurisprudencia aplicable al caso, con la búsqueda de la solución más idónea a la defensa legal de los intereses encomendados por nuestros clientes; todo ello, conjugado con el más idóneo  uso del lenguaje.

Una vez conseguido el encaje de la situación fáctica en el marco legal surge la necesidad de exponer el resultado mediante lenguaje técnico-jurídico, el del Letrado.

Una cita de José Martí decía: “El lenguaje ha de ser matemático, geométrico, escultórico. La idea ha de encajar exactamente en la frase, tan exactamente que no pueda quitarse nada de la frase sin quitar eso mismo de la idea”. Todo un reto que debemos aplicar; tratemos con juristas o legos en Derecho, y sea nuestra expresión oral o escrita; pero, ante todo deberemos adecuarnos en cada caso al interlocutor, a la materia y al momento de nuestra exposición, lo que no siempre hacemos.

Nuestra forma de expresión será jurídica siempre; pero, deberá ser sencilla cuando nos dirigimos a un particular lego en Derecho; y, por el contrario, absolutamente  profesional y técnica en la redacción de informes o en exposiciones ante órganos judiciales en el desarrollo de los procesos entre profesionales técnicos en Derecho.

No es más culto el que hace su lenguaje incomprensible, sino el que sabe adaptar su lenguaje a cada momento y a cada interlocutor.

Cada situación exigirá un tipo de lenguaje diferente si pretendemos que se nos comprenda lo más apropiadamente posible y, obviamente, se precisa de una buena oratoria porque cuando el abogado se relaciona con personas físicas y jurídicas, Órganos Judiciales en tramitaciones de procesos, o con Administraciones Públicas, organismos e instituciones públicas y privadas, o bien, con otros Letrados o clientes, su actuación, enmarcada siempre en muy distintos ámbitos, exigirá siempre al profesional que en cada caso el lenguaje preciso sea nuestra piedra filosofal.

Saber exactamente qué decir, lo que pretendemos decir, y, no por obvio menos importante,  que nuestro interlocutor nos entienda, es el objetivo. La búsqueda de una justicia comprensible para el ciudadano es una prioridad señalada en la Carta de Derechos del Ciudadano ante la Justicia y posteriormente en el Informe para la modernización del lenguaje jurídico , en ese intento de que escritos y notificaciones contengan términos sencillos y comprensibles pese a respetar las exigencias necesarias del rigor técnico jurídico de nuestro trabajo. Una asignatura todavía por aprender.

 

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